lunes, 9 de marzo de 2009

La persistencia del hospicio y su conversión genera monstruos.



Josep Alfons Arnau autor de interesantes reflexiones sobre medicación en centros de menores nos envía este artículo donde pone en duda la existencia misma de los centros residenciales.

Estos últimos días, como todos/as sabéis, los medios de formación de masas, tras la intervención del Defensor del Pueblo, ha hecho públicas situaciones de escándalo, por mal trato y vejaciones, en los centros para menores con “problemas de conducta”.

Creo que es necesario señalar que esto era algo conocido por muchos profesionales y obviamente por los menores, sus amigos y las gentes que los apoyan, y denunciado desde hace ya muchos años. Y que, para muchas de estas personas, la situación de mal trato no sólo se produce en ese tipo de centros “especiales” y cerrados o semi-cerrados, sino, en general, en todos los centros de menores, incluidos los residenciales abiertos, donde mal viven en el conjunto del estado español probablemente más de ocho mil menores declarados en situación de desamparo. (*1)

Las administraciones bajo cuya tutela están estos menores no han reaccionado nunca ante esas denuncias (recogidas, por ejemplo, entre otros lugares, en folletos y libros, denuncias ante organismos de protección de menores por parte de algunos/as educadores/as y , cómo no , en Internet en paginas tan interesantes como: centrosdemenores y conlosniñosnosejuega). Silencio hasta ahora: ¿Tal vez porqué los niños y niñas y adolescentes que están en los centros de menores no votan y, en general, sus familias, etiquetadas de marginales y desestructuradas, tampoco suelen hacerlo?

Ahora que algo se ha destapado, que se ha logrado, pues, romper el silencio, es lógico estar satisfechos por ello, pues se trata de una victoria importante: El hacer visible el problema, y una victoria conseguida por la acumulación de años de lucha por parte de mucha gente y últimamente por el dinamismo e imaginación en sus acciones, por ejemplo, de la Asamblea contra los Centros de Menores Cerrados de Madrid.

Pero sería preocupante que el tema pueda cerrarse con tan sólo poner fin temporal a las prácticas mas escandalosas (golpes, salas de aislamiento siniestras, vejaciones y castigos salvajes...) y con expedientar a alguna entidad – como la impresentable O’Belén- centrándose exclusivamente en los centros “especiales” cerrados y semi-cerrados y no extendiendo la investigación en general a todos los centros de menores, incluidos los residenciales abiertos.

Es decir, no sería bueno que, visto lo visto, no se ponga en cuestión en su totalidad la actual estructura de “protección” a la infancia en situación de desamparo en nuestro país, que es, en realidad y en mi opinión y la de muchos otros profesionales y gentes interesadas en el tema, la que genera las monstruosidades denunciadas estos días.

Una estructura obsoleta y, como dije, la matriz que genera el mal trato a los menores, no sólo el tipo de mal trato espectacular que ahora está saliendo a la luz, sino un maltrato más profundo que el de los golpes y las vejaciones pero tan dañino o más y que se define como el llamado síndrome de hospitalización, que produce el que el hospicio sea la piedra angular de la política de “protección” a la infancia desamparada en nuestro país: Es conocido por los profesionales de ayuda a la infancia que la vida durante más de un año de un menor en una institución como una casa-hogar o centro residencial; aunque no sea un centro cerrado y no hayan malos tratos espectaculares, es decir, por el sólo hecho de la forma de vida institucionalizada; le puede producir con mucha probabilidad daños irreversibles: Baja auto-estima, problemas graves para la socialización, ansiedad y depresión crónicas, mayor riesgo que la media de conductas hiperactivas...

En efecto, en España se mantiene el hospicio- los centros residenciales para los menores que no pueden vivir con su familia de origen- como la base de la estructura de “protección” a la infancia desamparada, en contradicción con otros lugares en Europa donde eso ya no se hace y se recurre a opciones más saludables, como, por ejemplo, las familias acogedoras e, incluso, las familias acogedoras profesionales en casos difíciles por las características del menor. En cambio, en nuestro país, la opción de las familias acogedoras no esta potenciada como se debiera y se las mantiene como un recurso marginal sin casi medios, mientras la figura de la familia acogedora profesional no es ni siquiera contemplada.

A este respecto es muy sospechoso que el hospicio moderno- los centros residenciales de menores, tanto los cerrados como los abiertos- se haya convertido en un negocio, dado que, como es sabido, mas del 90% de dichos centros están privatizados y en manos de fundaciones, cooperativas y asociaciones de todo tipo. Y en un negocio, por cierto, muy lucrativo: Por ejemplo, en el último centro de menores en el que trabajé por un tiempo breve, hace menos de dos años en Girona, un centro abierto, la “cooperativa” que lo regenta recibía de la administración más de mil euros, atención: semanales, por cada menor- tenía 16 a su cargo- y los educadores/as, que trabajaban con ratios de 6-7 menores/ 1 profesional, eran, claro está, mileuristas, los socios de la “cooperativa” en cuestión obviamente no. De todos modos, quiero permitirme comentar también que en mi opinión la mayoría de esos/as educadores/as no son muy dignos de compasión, como en general la mayoría de los profesionales que trabajan en ese sector: Psicólogos, psicopedagogos, asistentes sociales, psiquiatras: Dadas sus inmensas tragaderas ante la situación de mal trato a los/as menores y el permitir, en general, siempre hay excepciones, con su silencio y su medrar en sus puestos de trabajo que los niños y niñas y adolescente en situación de desamparo sean carne de negocio.

Pero continuando con lo importante de este intento de reflexión, y para acabar ya, pienso que destruir el hospicio, cuya persistencia es en si misma un mal trato profundo, en nombre de una política de acogimientos, en familias o/y comunidades naturales de vida y en familias profesionalizadas en algunos casos de menores con las llamadas “conductas difíciles”, sería posible, y más económico incluso que la actual política que se sigue de mantener el hospicio, pero la existencia del negocio en que este se ha convertido, y la profunda relación de la administración con un sinfín de empresas, unas más grandes y otras más pequeñas, que hacen de la infancia en desamparo su modus vivendi, parece dificultarlo.

En definitiva, ahora que se ha visualizado el problema de algunos centros cerrados de menores: Pienso que crear corriente de opinión contra la persistencia del hospicio en general, es importante.

Girona. Febrero 2009.

Josep Alfons Arnau Sánchez

(Educador social, colegiado 1899)

(*1):La estructura actual en España de protección a la infancia desamparada mantiene como base de la misma dos tipos de centros residenciales, de hospicios modernos, para los menores que no pueden vivir con su familia de origen según haya resuelto la administración – y en algunas ocasiones la justicia, aunque esta última interviene al respecto muy pocas veces y sólo si los familiares de origen lo demandan. Estos dos tipos de centros son: Unos, los mayoritarios donde están el grueso de, probablemente, más de ocho mil menores tutelados por el estado, los residenciales abiertos (en Catalunya, por ejemplo, hasta hoy se les llama C.R.A.E.: Centro Residencial de Acción Educativa), y en cada uno de ellos pueden convivir desde diez-quince menores hasta, en algunos casos, más de una veintena. Y los otros centros, los menos y considerados “especiales”, son los cerrados y con medidas de “seguridad” de fuerte control, habiendo sido diseñados para los menores en situación de desamparo que manifiestan “conductas difíciles” según la administración – no, en general, la justicia, que aquí, de nuevo, interviene poco- centros donde en cada uno de ellos pueden convivir en algunos casos más de 40 menores ( en Catalunya, por ejemplo, a este tipo de centros cerrados- donde los menores en general no cumplen, sin embargo, ninguna medida judicial de privación de libertad, pero están efectivamente encerrados con cortas salidas y muy controladas- hasta hoy se les llama C.R.E.I.: Centro Residencial de Educación Intensiva).